Escritores cristianos del siglo III y IV nos
hablan de la «Cincuentena»: San Ireneo en Galia, Hipólito en Roma, los
documentos Acta Pauli en Asia Menor, Orígenes en Alejandría y
Palestina, Tertuliano en África del Norte.
La Iglesia prolonga durante cincuenta días el
Tiempo Pascual, celebrando el acontecimiento de la resurrección de Jesucristo
durante siete domingos –o más exactamente, celebrando siete veces el Domingo de
Pascua–. A lo largo de los siete domingos y sus semanas correspondientes la
Iglesia contempla el misterio de Cristo a la luz de la Pascua, reflexionando y
recordando los distintos aspectos que este gran misterio, centro de la fe
cristiana tiene.
El octavo domingo celebra la solemnidad de
Pentecostés, la venida del Espíritu Santo, es decir la
efusión del Espíritu de Cristo resucitado. Con ello culmina la Cincuentena
Pascual.
No es casual la duración de cincuenta días,
ya que se halla en relación con la fiesta judía de la Semanas. Los judíos
celebran la fiesta de Pentecostés –en hebreo Xabuot: Fiesta de las semanas–
a las siete semanas de la fiesta de pascua
(50 días). Ese día los israelitas acudían en peregrinación al templo de
Jerusalén, portando las primicias –los primeros frutos de sus cosechas–; quienes
no pudieran peregrinar, celebraban la gran fiesta en la sinagoga de su
población, profusamente adornada para la ocasión.
También para los cristianos Pentecostés es
una fiesta muy importante, ya que ese día recibieron los apóstoles la gracia del
Espíritu Santo, según relata San Lucas en los Hechos de los Apóstoles. Así pues, la comunidad cristiana celebra
ese día la efusión del Aliento o Espíritu Santo, exhalado por el Padre sobre
los apóstoles por medio de Jesús resucitado.
«La Cincuentena Pascual» es el tiempo
comprendido entre dos fiestas importantes: la resurrección de Cristo y la
efusión del Espíritu Santo. Es tiempo de gran significación, en el que se
celebra y conmemora de modo especial aquel acontecimiento salvífico. (extraido de catedraldeoviedo.es)