sábado, 9 de junio de 2012

EL PAPEL DE LOS LAICOS EN LA IGLESIA

Los seglares, como todos los fieles cristianos, tienen el derecho de recibir abundantemente, de los sagrados Pastores, los bienes espirituales de la Iglesia, y, sobre todo, los auxilios de la palabra de Dios y de los sacramentos ; y, por lo tanto, les hagan saber, con aquella libertad y confianza que corresponden a los hijos de Dios y a los hermanos en Cristo, sus necesidades y sus deseos. En la medida de sus conocimientos, de su competencia y de su prestigio, tienen el derecho y, en algún caso, la obligación de manifestar su parecer sobre las cosas tocantes al bien de la Iglesia . Hágase esto, si las circunstancias lo requieren, mediante instituciones establecidas al efecto por la Iglesia, y siempre con veracidad, fortaleza y prudencia, con reverencia y caridad hacia quienes, por razón de su sagrado oficio, representan a Cristo.
Los seglares, como los demás fieles, siguiendo el ejemplo de Cristo, que, con su obediencia hasta la muerte, abrió a todos los hombres el gozoso camino de la libertad de los hijos de Dios, procuren aceptar con prontitud y cristiana obediencia todo cuanto los sagrados Pastores, como representantes de Cristo, establecen en la Iglesia actuando como maestros y como gobernantes. En sus oraciones a Dios no dejen de encomendarle sus Prelados, para que, puesto que vigilan, obligados a dar cuenta de nuestras almas, cumplan su misión con gozo y sin gemidos (cf. Hebr. 13, 17).
Los sagrados Pastores, por su parte, reconozcan y promuevan la dignidad y la responsabilidad de los laicos en la Iglesia. De buen grado hagan uso de sus prudentes consejos y con confianza les encarguen oficios en servicio de la Iglesia, y les dejen libertad y espacio para actuar e incluso les den ánimo para que espontáneamente asuman tareas propias. Consideren atentamente en Cristo, con amor de padres , las iniciativas, peticiones y deseos propuestos por los laicos. Y los Pastores respeten y reconozcan la justa libertad propia de todos en la ciudad terrenal. De esta relación familiar entre laicos y Pastores cabe esperar muchos bienes para la Iglesia; porque así se robustece en los seglares el sentido de su propia responsabilidad, se fomenta su entusiasmo y con mayor facilidad se asocian sus fuerzas a la obra de los Pastores. Y éstos, ayudados por la experiencia de los laicos, pueden juzgar con mayor precisión y aptitud lo mismo los asuntos espirituales que los temporales; y así la Iglesia entera, fortalecida por todos sus miembros, cumpla con mayor eficacia su misión en favor de la vida del mundo.
Cada seglar debe ser ante el mundo un testigo de la resurrección y de la vida del Señor Jesús, y una señal del Dios vivo. Todos juntos, y cada uno en particular, deben alimentar al mundo con frutos espirituales (cf. Gal. 5, 22) e infundirle aquel espíritu que anima a aquellos pobres, mansos y pacíficos, proclamados bienaventurados por el Señor, en su Evangelio (cf. Mat. 5, 3-9). En una palabra, lo que el alma es en el cuerpo, esto deben ser los cristianos en el mundo

(Concilio Vaticano II)